«Cristo conmigo, Cristo delante de mí, Cristo detrás de mí, Cristo dentro de mí, Cristo debajo de mí, Cristo arriba de mí, Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda…». La letra de este himno escrito en el siglo v por San Patricio resuena en mi mente cuando leo el relato de Mateo del nacimiento de Jesús. La siento como un cálido abrazo que me recuerda que no estoy sola nunca.
El pasaje de Mateo nos revela que la morada de Dios con su pueblo es la esencia de la Navidad. Al citar la profecía de Isaías sobre un niño que sería llamado Emanuel, «Dios con nosotros» (Isaías 7:14), el evangelista señala hacia el cumplimiento final de lo profetizado: Jesús, Aquel nacido por el poder del Espíritu Santo para ser Dios con nosotros. Esta verdad es tan fundamental que Mateo empieza y termina con ella, y concluye con las palabras de Jesús a sus discípulos: «he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20).
Los versos de San Patricio me recuerdan que Cristo está siempre con los creyentes a través del Espíritu Santo que mora en ellos. Cuando estoy nerviosa o con miedo, puedo aferrarme a su promesa de que nunca me dejará. Si no puedo dormir, puedo pedirle su paz. Cuando tengo gozo y celebro, puedo agradecerle por su salvación.